Capítulo 1: El niño curioso
Era un día soleado en Cerro Azul, Misiones. Los pájaros cantaban alegres en las ramas de los árboles, y el aroma de las flores silvestres llenaba el aire. En una acogedora casa de color amarillo, vivía un niño llamado Leo. Ten solo ocho años, era rubio y siempre llevaba pantalones cortos, incluso cuando hacía un poco de frío. Su curiosidad era tan grande como su sonrisa, y siempre tenía una pregunta lista para lanzar al aire.
Aquella mañana, Leo se encontraba en el patio de su casa, rodeado de hojas y flores. Mientras exploraba, su mirada se posó en algo que brillaba entre la tierra. Se acercó y, al agacharse, vio una hermosa piedra brillante, de un color azul intenso que reflejaba la luz del sol.
—¡Wow! —exclamó Leo, maravillado—. ¿Qué es esto?
Sin pensarlo dos veces, levantó la piedra y, en ese instante, sintió una extraña energía recorrer su cuerpo. De repente, una pequeña figura apareció delante de él. Era un ser travieso y sabio, con un aire juguetón que siempre hacía reír a Leo.
—¡Hola, Leo! Soy Andresito, tu nuevo amigo invisible. —dijo con una voz alegre.
Leo no podía creerlo. Había encontrado un amigo invisible gracias a la piedra brillante. Su corazón se llenó de emoción, y una sonrisa enorme se dibujó en su rostro.
—¿Eres real? —preguntó, todavía sorprendido.
—Soy tan real como tus preguntas —respondió Andresito, sonriendo traviesamente—. Y estoy aquí para acompañarte en todas tus aventuras.
—¡Genial! —gritó Leo—. ¡Vamos a explorar!
Con su nuevo amigo a su lado, Leo se sintió más valiente que nunca. Juntos, se dirigieron a un pequeño sendero que llevaba al bosque cercano, donde los árboles altos parecían tocar el cielo. Leo miraba a su alrededor, ansioso por descubrir algo sorprendente.
—Oye, Leo —dijo Andresito mientras caminaban—. ¿Sabías que cada vez que haces una pregunta, estás abriendo una puerta a un mundo nuevo?
Leo se detuvo en seco, pensando en las palabras de su amigo. Nunca había visto las preguntas de esa manera. Era cierto; cada pregunta que hacía lo llevaba a nuevas aventuras y descubrimientos.
—¡Sí! ¡Es como si cada pregunta fuera un pasaporte! —exclamó Leo, emocionado.
Y así, mientras se adentraban en el bosque, Leo y Andresito se preparaban para un día lleno de preguntas, risas y, tal vez, aventuras que les enseñarían algo más sobre el mundo y sobre sí mismos.
CONTINUARA ....
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