En esta nota intento mostrar que el problema monetario argentino va más allá de lo que hace la dirigencia política, dado que ese argumento no llega al fondo de la cuestión y luce más a un discurso populista de inventar un enemigo que en explicar el problema central.
Para entender por qué considero que endosarle toda la responsabilidad de la destrucción monetaria a la dirigencia política tiene un error conceptual, es necesario entender el origen de la moneda, al respecto sugiero la lectura del libro de Jack Weatherford, La Historia del Dinero, de la piedra arenisca al ciberespacio.
La moneda, lejos de ser un invento de los gobiernos, es un descubrimiento del mercado. La gente descubrió que había ciertas mercaderías que eran ampliamente aceptadas como medio de intercambio. Los clavos, el bacalao, la sal, el cobre, la plata, el oro e infinidad de otros productos fueron utilizados como moneda en diferentes lugares del mundo.
Con el tiempo, esas mercaderías que eran monedas y agilizaban los intercambios comerciales, pasando del trueque al intercambio indirecto, se fueron concentrando en mercaderías que eran fácilmente fraccionables y conservaban el valor a lo largo del tiempo. Una barra de hielo en el Sahara no podría ser moneda porque se derretiría, como nuestro peso, en muy poco tiempo. El oro y la plata eran fraccionables y mantenían sus valor en el tiempo.
Luego aparecieron los gobiernos que se apoderaron de la moneda, antes que existieran los bancos centrales. Ya en esa época solían depreciar la moneda limando los bordes para reducirles el peso que figuraba en el estampado. Algo similar a la emisión monetaria actual.
La llegada del patrón oro tuvo la ventaja que, siendo el oro la moneda y los billetes recibos de ese oro, limitaba la expansión monetaria. Producir oro tiene un costo mucho mayor que el de imprimir billetes. Hay que encontrar una mina de oro que pueda ser explotada. Construir toda una infraestructura para extraerlo, producirlo y llevarlo al mercado. Es decir, no se puede emitir oro con la misma facilidad que se emiten billetes.
Por eso John Maynard Keynes llamaba al oro “esa vetusta reliquia”, porque limitaba el poder de los gobiernos para manejar la política monetaria a su antojo.
Es decir, Keynes apostaba por expandir el gasto y financiarlo con expansión monetaria cuando la economía entraba en recesión. El economista inglés insistía en que, si el sector privado contraía el consumo y la inversión, debía ser el estado el que dinamizara la economía aumentando el gasto estatal y, para eso, necesitaba poder imprimir billetes y deshacerse del límite que le imponía el patrón oro.
El patrón otro duró hasta la primera guerra mundial o Gran Guerra. En las conferencias de Ginebra y Génova, esta última en 1922, se estableció el patrón de cambio oro que establecía que las monedas convertibles a oro iban a ser el dólar y la libra esterlina y el resto de las monedas usarían al dólar y a la libra esterlina como reservas de sus monedas. Si querían, podían exigirles a ambos países cambiarles sus reservas en dólares y libras por oro.
Por eso es falso que imperaba el patrón oro cuando se produjo la crisis del 29. Imperaba el patrón de cambio oro y, por lo tanto, los países utilizaban con mayor flexibilidad la política monetaria, en particular la tasa de interés, lo cual llevó a la crisis de octubre de 1929.
El final del dólar convertible al oro se produce con Richard Nixon en 1972 y a partir de ese momento todas las monedas son papeles cuyo respaldo no es otra cosa que la confianza que la gente tenga en las instituciones jurídicas, políticas y económicas del país que imprime esos papeles.
Muchos argentinos ahorran y atesoran en cajas fuertes dólares sin haber visto qué hay en la Reserva Federal respaldando cada dólar que circula en el mundo.
Utilizan el dólar como reserva de valor porque saben que las instituciones norteamericanas, dentro de ciertos límites, le dan seriedad a su moneda. Al menos más seriedad que las instituciones jurídicas, políticas y económicas de Argentina.
Ahora bien, ¿cuál es el problema con las instituciones jurídicas y económicas argentinas que impide tener una moneda que sea reserva de valor y ampliamente aceptada como medio de intercambio? Justamente que el populismo imperante lleva el gasto público a niveles infinanciables y eso conduce a la expansión monetaria y destrucción de la moneda.
La primero que surge como respuesta ante estas políticas populistas es: la culpa es de los políticos chorros que cobran el impuesto inflacionario. Pero el problema es que esos políticos populistas y chorros existen porque hay demanda de populismo y se acepta el roban pero hacen. Dicho más directamente, es una amplia mayoría de la sociedad que vota a esos políticos chorros para que roben el fruto del trabajo ajeno utilizando la ley.
Como decía Frédéric Bastiat en su ensayo La Ley, muchas veces diferentes grupos le piden al Estado que use el monopolio de la fuerza para sancionar leyes, la ley pervertida, para que les saquen a otros y les den a ellos. Pero la demanda de esa ley viene de la gente y el Estado es solo el vehículo que utiliza la gente para apropiarse del fruto del trabajo ajeno.
Desde el empresario que pide protección, el sindicalista que hace sus negociados con el estado, pasando por agrupaciones profesionales que piden sus privilegios, llegando a los piqueteros que cortan las calles exigiendo que otros los mantengan, esto se ha convertido en saqueo generalizado de unos contra otros, donde en el medio están los políticos timoratos que quieren satisfacer a todos y emiten moneda para poder cumplir con las exigencias de más gasto público que demanda una mayoría de votantes populistas.
Esto nos lleva a la conclusión que, la destrucción monetaria es fruto del espíritu populista que impera en la mayoría de la sociedad argentina.
Señalar a los políticos como responsables de todos los males de nuestra destrucción monetaria es tan populista como el político que emite, genera inflación y señala a los comerciantes como los culpables. Son dos tipos de populismo diferente.
Unos vienen a decir que nos vienen a salvar de los comerciantes y especuladores y otros que nos vienen a salvar de los políticos chorros. Ambos se presentan como mesías salvadores, cuando en el fondo, esos políticos populistas no podrían llegar el gobierno si no fueran votados por un pueblo que tiene los valores trastocados.
En definitiva, el problema monetario argentino es que los valores que hoy imperan en la sociedad argentina son incompatibles con tener una moneda sana.
La razón por la cual uno podría esgrimir que hay que dolarizar es que le quita un instrumento de financiamiento al Estado populista y se ancla en una moneda que tiene un menor poder de depreciación que el peso.
No es cierto que con la dolarización desaparezca el Banco Central de la República Argentina, se cambia de Banco Central y se pasa a depender de otro que hace menos destrozos, porque los valores que hoy imperan en la sociedad norteamericana son mejores que los que imperan en Argentina, aunque últimamente se observa cierto deterioro en esos valores de la Constitución de 1787 completada en Filadelfia.
¿Qué solución tenemos ante este problema monetario?
Lo que vengo sosteniendo hace rato es que, dado que el BCRA no tiene reservas para rescatar la base monetaria y no hay activos para cancelar los casi USD 30.000 millones de deuda remunerada que tiene el BCRA con los bancos, que juegan contra los depósitos de la gente, la mejor opción es quitarle el curso forzoso al peso modificando el código civil y darle curso legal a todas las monedas para que la gente pueda hacer transacciones en la moneda que desea y permitiendo que las cuentas de argentinos que están en el exterior sean utilizadas para pagos por transacciones que se hagan aquí.
Cómo esos dólares no van a venir hasta que haya seguridad jurídica, se pueden usar de esta manera. Si se acompaña esta propuesta con un blanqueo sin ningún tipo de castigo a los dólares que están debajo del colchón y se elimina el Impuesto a los Bienes Personales, podemos tener una cantidad de ahorros y atesoramiento que movilizarían rápidamente la economía.
No hay soluciones mágicas para el problema monetario que tenemos y, además de la reforma monetaria, hay que llevar adelante todas las otras reformas de gasto público, impositiva, laboral, regulaciones, etc.
Tal vez la dolarización sea posible en un futuro, pero como el resultado de una serie de reformas previas.
Cualquier promesa de dolarización de un día para otro en lo inmediato, es tan populista como el populismo que hacen los vendedores de humo. No porque la dolarización no sea una opción a considerar, sino porque en el corto plazo no es posible aplicarla.
@RCachanosky